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La poética espacial en la obra de Cristina Almodóvar

Todo paisaje es un territorio humanamente sentido. Las sociedades viven y fagocitan su entorno; crean paisaje. Por lo tanto, todo paisaje es memoria y es, a la vez, identidad. Gilles Clément defendió la existencia de un Tercer Paisaje como aquellos lugares en los que la naturaleza evoluciona según sus propias leyes, sin intervención alguna de la actividad del ser humano. Proliferaciones propone un recorrido estético a través del concepto doliente de paisaje postindustrial. Cristina Almodóvar (Madrid, 1979), partiendo de la terrible realidad de las islas de plásticos que cubren, cada vez más, nuestros océanos, indaga en los conceptos de fugacidad y perpetuidad natural, gravitando a su vez alrededor de la idea de transmutación. A partir de un proyecto colectivo, basado en la recopilación de materiales procedentes del mundo postindustrial del packaging de productos de consumo procesados (PET o Polietileno Tereftalato derivado del petróleo crudo), Almodóvar crea delicadas micro-piezas ensambladas infinitamente entre sí que acaban conformando coloniasa manera de colonizaciones de musgos, líquenes, conchas marinas y otras proliferaciones de organismos en perfecta simbiosis con el medio natural que es, a su vez colonizado por el desecho industrial. El Tercer Paisaje de Clément, es reinterpretado por Almodóvar en las paredes y suelo del espacio expositivo, que queda, de este modo, insertado en la pieza artística a la manera de un wahrerRaumheideggeriano, hasta conseguir un mundo vegetal donde las coordenadas temporales y físicas son trascendidas en favor de un entorno que nos habla de fractales infinitas, de mundos que se abren paso por las rendijas del postcolonialismo capitalista de consumo rápido y nos remite al eterno ciclo de la vida indómita. La reivindicación de Cristina Almodóvar con sus Proliferaciones bien podría ser una de las claves para la reformulación de la conciencia humana en su relación con el entorno inmediato, en un alegato por una nueva cultura de regreso reconciliante con lo salvajemente natural; un retorno a la Ousía de los griegos.

Silvia Tena

Comisaria y directora de colecciones del MNAC

 

 

 

 

El universo de Cristina Almodóvar

La obra de Cristina Almodóvar me ha descubierto la irresistible necesidad de releer los textos de François Cheng publicados en Vacío y plenitud (1) porque es indudable que esta artista desborda los patrones codificados de la cultura visual de Occidente. El modo en el que tradicionalmente acostumbramos a mirar lo que nos rodea y analizamos las formas limita las enormes posibilidades de nuestro conocimiento y de nuestro pensamiento y, en consecuencia, en el arte predominan las visiones del paisaje y de la naturaleza estereotipadas, por eso resulta tan sugerente y atractiva una obra como la de Almodóvar, que escapa de los lenguajes preestablecidos, de la receta o del convencionalismo.

Y es que esta artista rehúye todo aquello que pueda resultar duro y contundente para adentrarse en lo ligero, lo delicado y lo insólito con el propósito de ofrecernos, más que una mirada racional, un mundo donde el contraste de elementos se transforma en la clave de la sutileza que caracteriza sus propuestas. Unas obras que realiza con recursos diversos, algunos de ellos inusuales (papel, ramas, hojas de plantas, nylon, telaraña, metacrilato, hierro, acero, polillas, madera, lentejuelas, libros, colmenas, alambre, etc.) que son los que le permiten acercarnos a nuevos mundos, a un imaginario inhabitual, que la cultura racional ha negligido, pero que la poesía siempre ha explorado.

Ciertamente, Almodóvar dilata los límites de la percepción para penetrar en unos territorios que pertenecen tanto a la estética como a la reflexión, por este motivo en esta exposición nos invita a una experiencia atípica: a introducirnos en sus espacios, a buscar los opuestos, a apreciar las texturas y las sombras, igual que lo hizo Tanizaki (2), hasta descubrir el grado de emoción y la fuerza de unas obras aparentemente frágiles, pero potentes en su expresión y significación. Y aún siendo cierto que la artista parte de la naturaleza, yo no pienso que la suya sea “una nueva visión de la naturaleza” como ella dice, porque en realidad a lo que se dedica es a dar forma a su propio universo.

 

 

Daniel Giralt-Miracle

Crítico de arte

 

1 François Cheng. Vacío y plenitud. Ediciones Siruela. Madrid.1993

 2 Tanizaki. El elogio de la sombra. Ediciones Siruela. Madrid. 1994

 

 

 

 

 

 

"La Naturaleza se contempla a sí misma a través de la visión del artista"

 

Pablo Palazuelo

 

 

La Naturaleza inunda la obra de Cristina Almodóvar. Está presente en los materiales, las formas, la luz, los muros, las sombras, los encuadres, las distancias y es el leit motiv de su trabajo.

 

Adentrarse en la escultura de Cristina supone asomarse a la construcción e interpretación de nuevas visiones de la Naturaleza y a la relación entre el conocimiento, el pensamiento, el contexto y la memoria.

 

Cristina aumenta el vocabulario de la escultura porque incorpora a sus esculturas de hierro, acero cortén o papel, el espacio que las rodea. Trata además a la superficie sobre la que se desarrolla como si fuera la continuación de un paisaje y su límite en obras como "Ruina", "Siega" o "Dispersión" se debate en el eterno ciclo de ser y deshacerse.

 

Cristina traza unos recorridos que el espectador observa y que es invitado a contemplar, como expansión de una vida abierta e íntima del paisaje que conforma el universo interior de la artista. Delante de sus obras el espectador se siente en un estado placentero, relajado, nada interrumpe su contemplación. De esta forma, la calma perceptiva le permite establecer múltiples e infinitas asociaciones entre las imágenes, convirtiéndose él mismo en un curioso observador de la escultura.

 

Su simplicidad al representar la naturaleza nos invita a pensar que las esculturas han sido concebidas como poemas que materializan una bella histioria a través de la fugacidad y la permanencia, de la levedad y la rotundidad de sus formas.

 

 

Lorena Corral

   Curator

 

 

 

 

 

 

Con las obras de la colección CICLOS, el espacio de la Galería Rina Bouwen se ha llenado de formas vegetales. Raíces, ramas, tallos, brotes, hojas y flores de diferentes especies y familias. Magnolio, almendro, sauce y hierba decidida a renovar su fuerza adquieren un aliento inesperado al ser configuradas con la chapa de hierro, el papel y el acero: la vida vegetal es recreada con las hechuras de la imaginación, la reflexión, la intención y la decisión de la artista, que va pausadamente hacia el encuentro con una verdad natural, poniendo en marcha sus manos creadoras en las operaciones de componer, dotar de estructura y de presencia artificial a cada una de las obra que forman parte de esta exposición.

 

Hay en Cristina Almodóvar, desde su muestra en la Casa de Velázquez, en 1995, una inteligentísima persistencia en la experimentación y el desarrollo de sus facultades, y una exposición tras otra nos muestra con seguridad la metamorfosis de su capacidad de observación, descripción, sentimiento, pensamiento y voluntad artística. Con todo ello, ha ido llevando a cabo conjuntos y colecciones de obras que, sin perder su autonomía, quieren ser eslabones en la clara cadena de su proyecto artístico. Lo logra, no sólo con las obras, sino también con los títulos de sus exposiciones: "Cambio de medio", "Secuencias aéreas", "Arquitectura tejida", "Levedad", "Invisible", "Recorrido", "Ciclos".... Una orbe de propósitos cumplidos, que ha sido reconocido este año en la Mostra Premio Internazionale Francesco Messina, en Italia.

 

En esta ocasión, además, nos ofrece tres obras que anhelan alcanzar la vida, las medidas y el aire de la escultura públiuca, que sueñan con la plaza, el parque o el gran vestíbulo: "Parcelación". "Elevación" y "Ruina". Esta escultura quiere, puede y sabe alzar la vida de lo extraordinario en la vida ordinaria, en el entorno de lo habitual. Estaríamos de enhorabuena si tales obras lograran pasar del espacio interno y particular de una galería al espacio exterior y común de la ciudad

 

 

Carmen Pallarés

   Artículo publicado en web de la Asociación de Críticos de Arte de Madrid, 2011

 

 

 

 

 

 

 

La obra de Cristina Almodóvar muestra una delicadeza y mesura dignas de una mente ágil y expectante. La muestra "Arquitectuta verde" no sólo satisface esta pesquisa, sino que nos autoriza para estimar su trabajo sin conjeturas y ver en ella una artista capaz de las propuestas más sugerentes, al amparo de una curiosidad que torna en resultados de forma sublime y silenciosa.

 

Así, esta expsición queda conformada por un conjunto e dibujos y óleos sobre tabla, siendo ésta la primera vez que son mostrados como unidad expositiva, en los que la autora, de formación escultórica, ha puesto toda su capacidad de sorpresa frente a lo creado. A la naturaleza más incipiente que esconde tras de sí, todo un minúsculo universo más allá de la propia apariencia y que Cristina eleva a la categoría de asunto despojada de acepciones triviales. Admirándose de la importancia que tiene lo más mínimo habitado en formas constructoras de totalidad; de organismos vegetales que son y transmiten la vida como si de una cadena se tratara.

 

Para llevar a cabo este minucioso trabajo, la autora ha articulado toda una sucesión de dibujos a grafito, a modo de estudios a propósito de pequeñas vegetaciones, escogidas como unidad. Así, un solo elemento totaliza cada obra sin más amparo que el papel como vestidura de fondo. De este modo, cada obra adquiere un particular sentido alejado de lo ornamental, más abocado a la docta manipulación, al sugerírsenos proyectados como un códice a falta de anotaciones fuera. En este orden, la muestra se ve completa, en cuanto a testimonio de recreación visual para el análisis, en las tablas sobre las que ha trabajado con escrupulosidad renacentista.

 

Una exposición en la que todo parece tener una rima, incluso en la ubicación de las obras, un principio y una participación del orden que cada naturaleza compensa y administra, en un libre albedrío tornado a pura matemática surgida de un caos aparente para formar ritmos y proporciones de formas perfectas.

 

 

 

Juan Antonio Tinte

   El Punto de las Artes, 1999

 

 

 

 

 

 

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